lunes, 14 de marzo de 2011

Corazón contento


No soy alguien que se pelea o discute con facilidad. De hecho soy una pesada y muchas veces puedo creerme dueña de la verdad y me pongo completamente necia, pero normalmente soy de esas personas que trata de no alterarse con facilidad si la otra persona piensa totalmente opuesto a mi, pero igual nunca faltan las discusiones, seacon alguien de mi familia, mi esposo o algún amigo. Es normal.

Lo más bonito de estas peleas/discusiones son las reconciliaciones, cuando ya no aguantas ni un minuto más estar peleada con tu novio y lo llamas y le dices que ya basta, que ya están grandes, que olvidemos el mal rato y seamos felices. O cuando te peleas con tu mamá y te sientes tan pero tan mal que vas a su cuarto con el rabo entre las piernas a darle el abrazo más puro del mundo. Muchas veces, no es necesario decir nada, el abrazo habla por si solo.

Este fin de semana tomé una decisión que sinceramente nunca pensé hacer o quizás sí pero no en corto plazo.

Aproximadamente hace tres años, yo me alejé por completo de una amiga que llamaré Fernanda. Eramos amigas desde chicas, pasamos y vivimos muchas experiencias que de hecho las recuerdo con cariño, pero todo cambió hace tres años porque yo decidí que así sea.

Resulta que Fernanda era de esas amigas que quedaba contigo en algo y al final siempre (pero siempre) arrugaba, te decía cualquier excusa y nunca iba. Así pasó con cumpleaños, reuniones importantes o no tan importantes, pero siempre pasaba. No solo conmigo, sino con otras amigas. Realmente me llegaba. Me cerré por completo en pensar que eso no era amistad, que cómo puede ser posible que exista alguien tan falla, así que decidí que ya fue, que simplemente no le haré más caso, que si la veo normal, pero ya estaba cansada de tanto plantón.

A veces soy demasiado radical, así fui con Fernanda. Nunca le dije nada, simplemente me alejé, ya no le pasaba la voz para nada (para qué, si seguro que iba a fallar).

Nunca me la cruzaba en ningún lugar, por ahí sabía de ella porque tenemos amigos en común, pero cada vez que escuchaba su nombre me daba cólera.

El fin de semana vi a Fernanda después de mucho tiempo. Yo sabía que la iba a ver porque ambas asistiríamos a la misma reunión de amigos en común. Tampoco pasó por mi cabeza si ella fallaría o no, simplemente no pensé nada.

Me acuerdo que para coincidencia, llegamos al lugar al mismo tiempo. Nos saludamos con amabilidad, todo bien. Fue una sensación rara porque sentía alegría y a la vez tristeza, ya que hace mucho tiempo que nuestra amistad no era amistad. Esa noche decidí que tenía que hablar con ella (obviamente no en ese momento), pedirle disculpas por estos años de silencio, que estoy muy arrepentida por no invitarla a mi matrimonio (así de radical fui), que la quiero y extraño mucho, que todo esto es real y sincero, es lo que mi corazón siente. Con esos pensamientos regresé esa noche a mi casa.

Hoy en la mañana decidí mandarle un correo electrónico. Sé que la mejor manera es hablar cara a cara, pero a veces también eso resulta difícil. No importa, yo le escribo, pensé hoy temprano. Fernanda tiene que saber lo que pienso ahorita, tengo la necesidad de contarle lo que siento.

Cuando empecé a redactar este “post”, no tenía respuesta de Fernanda, pero igual mi sensación era de tranquilidad. Se siente lo máximo cuando uno pide perdón, cuando analiza los actos que tuvo en algún momento de la vida y reconoce que fueron un exceso. Es increíble tener todas las ganas de retomar una amistad que hasta pensaba que creía perdida.

Fernanda me acaba de responder. No lo ha hecho por mail, sino por el BlackBerry Messenger. Me ha dicho que ya leyó el correo, que admite que sí era una falla y eso no estaba bien, que me quiere mucho y que le parece mostro que ambas tengamos ganas de retomar esa amistad que en verdad nunca se perdío, solo se fue de vacaciones. Hemos quedado que el sábado (tenemos una fiesta en común) nos daremos el abrazo respectivo y brindaremos y brindaremos sin parar por algo que nunca debe morir: nuestra amistad.

0 comentarios: