lunes, 11 de abril de 2011

Paremos de sufrir


Hoy siento que tengo algo que decir. Hoy no me siento triste ni de luto como muchos publican en el muro de su facebook. Tampoco estoy contenta, simplemente estoy con los ojos bien abiertos aceptando nuestra realidad, la realidad que la mayoría de peruanos ha decidido para nuestro país.

Es verdad, tengo miedo de lo que pueda pasar con el Perú y con mi vida en este país que quiero desde que tengo uso de razón, pero todo está dicho, hay un cambio que debemos enfrentar con la frente bien en alto.

Dejemos de rajar, criticar y ser pesimistas con lo que ya está decidido. Me resulta indignante y patético todos aquellos que dicen que ahora no saben qué elegir entre el Sida o el Cáncer. Un ratito, ¿saben realmente el significado de esas dos terribles enfermedades por las que pasan millones de personas en el Perú y el mundo?. Algunos de mis familiares y amigos han muerto por el maldito cáncer y jamás se me pasaría por la cabeza comparar a otro ser humano (por más que no sea mi amigo, familiar o conocido) con esa temible y muchas veces incurable enfermedad.

¿Qué ganamos lamentando y criticando lo que la MAYORÍA ha elegido? Absolutamente nada.

Estoy en contra de Humala y de Keiko, pero no por eso me echaré a llorar ni a decir que nuestro Perú se cagó, que mejor empiezo a hacer maletas para huir de esta catástrofe. Muchas veces yo le huyo a los problemas, me hago la loca cuando en verdad hay que tomar cartas en el asunto, pero esta vez es diferente, no huyo porque aún no ha pasado nada. Tan solo me queda esperar qué pasa y por ende enfrentar. Soy una llorona empedernida, pero esta vez lo último que haría es llorar. Democracia ante todo. Punto final.

jueves, 7 de abril de 2011

Un año después


Hace un año exactamente estaba a tan solo cuatro días de casarme con Omar. Me acuerdo que nunca estuve nerviosa, estresada ni tensa. Todo lo contrario, me sentía tan relajada que hasta por momentos pensaba si era normal sentirme así.

Me acuerdo que recién sentí nervios cuando estaba vestida de novia, lista para ir en ese maravilloso auto antiguo de colección de mi Tío Alberto, junto a mi único héroe, mi Papá.

Una vez que llegamos a la iglesia empecé a sentir maripositas en la panza y la sensación que tenía de felicidad era plena. Se dice que la felicidad se da por momentos, que es imposible que uno esté feliz todo el tiempo, que uno se siente feliz ante ciertas metas que se han logrado con éxito. El día que me casé con Omar sentí que estaba dando un gran paso en mi vida, que estaba demostrando que el amor verdadero existe y que yo había elegido a Omar para que esté conmigo hasta hacerme viejita. En resumen, el día que me casé fui inmensamente feliz.

Tengo grabado el momento cuando entré a la iglesia del brazo de mi Papi y vi a lo lejos a Omar, mi futuro esposo. Me acuerdo de su sonrisa, esa sonrisa que me cautivó desde que lo conocí, tan sincera, tan gatuna. Omar estaba fantástico, más guapo que todos los novios que había visto alguna vez (en la vida real o en la ficción), tan elegante que ya quisiera Roberto Cavalli tenerlo en alguna de sus pasarelas, tan radiante que hasta el sol estaba picón, tan emocionado como un niño abriendo sus regalos en navidad, tan feliz que me provocaba correr cual protagonista de telenovela mexicana y estamparle un beso delante de todos.

La ceremonia fue hermosa, tal como la imaginé, sumamente emotiva y especial. Me acuerdo que los que más me conocen me decían días antes del matrimonio que trate de no llorar, que esté tranquila, que me controle. Eso era casi imposible, yo soy la llorona número uno y no me podían pedir eso en el día más especial de mi vida.

Debo confesar que aguanté las ganas de llorar en casi toda la ceremonia pero no pude evitar emocionarme y derramar algunas lágrimas en el momento de los votos matrimoniales. No pude evitarlo, lloré. Muchas veces he llorado de emoción, pero esa vez fue de emoción y absoluta felicidad, algo único e irrepetible.

La mejor sorpresa durante la ceremonia fue que mi mejor amiga Andrea cantó junto a la chica del coro la canción final. En ese momento volví a llorar porque realmente no me imaginaba verla ahí tan bella cantando una de mis canciones favoritas, There’s too much love de Belle and Sebastian. Eternamente agradecida, Andy.

Luego vino el matrimonio civil y los interminables saludos. Ese momento fue igual de especial pero el calor me jugó una mala pasada, era insoportable, sentía que me derretía y me estresaba minuto a minuto. Igual mis mejores amigas y mi Mami siempre estuvieron pendientes que nada me falte ni incomode. Unos ángeles.

Minutos más tarde nos tomaron fotos exclusivamente a los dos para alrededor de las 8:30pm llegar a la fiesta y cerrar con broche de oro este día tan especial e importante. La fiesta fue un tonazo. Todos bailamos, bebimos, comimos, nos tomamos fotos y reímos sin parar. Omar y yo no tenemos una canción que sea "nuestra canción", así que optamos por hacer un baile coreográfico con cuanto valiente se anime. La canción elegida fue "Thriller" de Michael Jackson y el resultado fue muy gracioso. Gracias a todos los valientes por ir a todos los ensayos que hubo antes de presentarnos el gran día, mismo "El show de los sueños". La fiesta fue increíble, llena de energía y con la mejor compañia, nuestras familias y amigos.

Conozco a algunas personas que no creen en el matrimonio, que les parece anticuado, que no es fácil, que de nada sirve casarse si puedes vivir con la persona y es lo mismo. Respeto a todos los que tengan poca fe en el amor. Lo único que yo puedo decir es que en cuatro días cumplo un año de casada con Omar y no tengo duda alguna que me casaría una, dos, tres y mil veces más.

viernes, 18 de marzo de 2011

There's too much love


Mañana se casa mi mejor amiga y la emoción que siento ahora, es indescriptible. Solo puedo decir que la sensación es fantástica y energética.

Ya escribiré un post dedicado a ella. Esto es solo un adelanto.
Estoy feliz, Andy. Cuento las horas con una emoción e ilusión que me encanta. Te mando todas las buenas vibras del mundo. Tú mereces el cielo, la luna, las estrellas, todo lo mejor del mundo para ti, mi cómplice incondicional.
Mañana vas a estar radiante como siempre, tu belleza y luz van a estar por todos lados y yo seré feliz. Lloraré de emoción (qué importa que mi maquillaje de mil yenes se arruine).
Brindaremos por esto que a muchos les parece anticuado y a nosotras nos llena de ilusión y esperanza: el matrimonio
Te adoro infinitamente, hermana querida.





lunes, 14 de marzo de 2011

Corazón contento


No soy alguien que se pelea o discute con facilidad. De hecho soy una pesada y muchas veces puedo creerme dueña de la verdad y me pongo completamente necia, pero normalmente soy de esas personas que trata de no alterarse con facilidad si la otra persona piensa totalmente opuesto a mi, pero igual nunca faltan las discusiones, seacon alguien de mi familia, mi esposo o algún amigo. Es normal.

Lo más bonito de estas peleas/discusiones son las reconciliaciones, cuando ya no aguantas ni un minuto más estar peleada con tu novio y lo llamas y le dices que ya basta, que ya están grandes, que olvidemos el mal rato y seamos felices. O cuando te peleas con tu mamá y te sientes tan pero tan mal que vas a su cuarto con el rabo entre las piernas a darle el abrazo más puro del mundo. Muchas veces, no es necesario decir nada, el abrazo habla por si solo.

Este fin de semana tomé una decisión que sinceramente nunca pensé hacer o quizás sí pero no en corto plazo.

Aproximadamente hace tres años, yo me alejé por completo de una amiga que llamaré Fernanda. Eramos amigas desde chicas, pasamos y vivimos muchas experiencias que de hecho las recuerdo con cariño, pero todo cambió hace tres años porque yo decidí que así sea.

Resulta que Fernanda era de esas amigas que quedaba contigo en algo y al final siempre (pero siempre) arrugaba, te decía cualquier excusa y nunca iba. Así pasó con cumpleaños, reuniones importantes o no tan importantes, pero siempre pasaba. No solo conmigo, sino con otras amigas. Realmente me llegaba. Me cerré por completo en pensar que eso no era amistad, que cómo puede ser posible que exista alguien tan falla, así que decidí que ya fue, que simplemente no le haré más caso, que si la veo normal, pero ya estaba cansada de tanto plantón.

A veces soy demasiado radical, así fui con Fernanda. Nunca le dije nada, simplemente me alejé, ya no le pasaba la voz para nada (para qué, si seguro que iba a fallar).

Nunca me la cruzaba en ningún lugar, por ahí sabía de ella porque tenemos amigos en común, pero cada vez que escuchaba su nombre me daba cólera.

El fin de semana vi a Fernanda después de mucho tiempo. Yo sabía que la iba a ver porque ambas asistiríamos a la misma reunión de amigos en común. Tampoco pasó por mi cabeza si ella fallaría o no, simplemente no pensé nada.

Me acuerdo que para coincidencia, llegamos al lugar al mismo tiempo. Nos saludamos con amabilidad, todo bien. Fue una sensación rara porque sentía alegría y a la vez tristeza, ya que hace mucho tiempo que nuestra amistad no era amistad. Esa noche decidí que tenía que hablar con ella (obviamente no en ese momento), pedirle disculpas por estos años de silencio, que estoy muy arrepentida por no invitarla a mi matrimonio (así de radical fui), que la quiero y extraño mucho, que todo esto es real y sincero, es lo que mi corazón siente. Con esos pensamientos regresé esa noche a mi casa.

Hoy en la mañana decidí mandarle un correo electrónico. Sé que la mejor manera es hablar cara a cara, pero a veces también eso resulta difícil. No importa, yo le escribo, pensé hoy temprano. Fernanda tiene que saber lo que pienso ahorita, tengo la necesidad de contarle lo que siento.

Cuando empecé a redactar este “post”, no tenía respuesta de Fernanda, pero igual mi sensación era de tranquilidad. Se siente lo máximo cuando uno pide perdón, cuando analiza los actos que tuvo en algún momento de la vida y reconoce que fueron un exceso. Es increíble tener todas las ganas de retomar una amistad que hasta pensaba que creía perdida.

Fernanda me acaba de responder. No lo ha hecho por mail, sino por el BlackBerry Messenger. Me ha dicho que ya leyó el correo, que admite que sí era una falla y eso no estaba bien, que me quiere mucho y que le parece mostro que ambas tengamos ganas de retomar esa amistad que en verdad nunca se perdío, solo se fue de vacaciones. Hemos quedado que el sábado (tenemos una fiesta en común) nos daremos el abrazo respectivo y brindaremos y brindaremos sin parar por algo que nunca debe morir: nuestra amistad.

martes, 8 de marzo de 2011

31 años de vida


Qué tan diferente me puedo sentir al haber cumplido hace pocos días 31 años. Yo creo que mayores cambios no hay. El cambio que resalta son los casi cinco kilos de exceso que tengo, después, todo es casi igual.


En el aspecto sentimental, me siento más estable y segura que nunca. Retrocedo unos años y me acuerdo cuando tenía 23 por ejemplo, era una chibola que lloriqueaba todo el día por cuanto macho pasaba por mi camino. En esa época jamás podía imaginar que conocería a alguien que me haga inmensamente feliz, que yo sea su única mujer, que no me saque la vuelta, que me respete, que camine de la mano conmigo por la calle sin sentirse un huevón enamorado, que me invite a comer o tomar un trago de vez en cuando o cuando le provoque, que me llene de detalles inesperados, que me diga te amo con una sonrisa sincera, que me diga que se quiere casar conmigo. Todo eso me parecía literalmente inalcanzable.

Hasta que finalmente, conocí a Omar, mi esposo, quien me hace y hará vibrar siempre. Todo lo que no imaginaba tener algún día con un chico y mucho (pero mucho más) lo tengo con Gatuno (así le digo a Omar). No deja de sorprenderme, día a día me sale con algo que simplemente me deja loquita por él.


Cambiarse de trabajo no es tan fácil como parece. Yo estuve en un trabajo por casi tres años y medio y la verdad que en el último año estaba completamente desmotivada, quería renunciar y hacer algo que me devuelva la energía de antes. Quería sentirme encantada y orgullosa con mi trabajo. Quería sentir nuevamente que día a día aprendo algo nuevo y por ende crecer en todo sentido de la palabra. Estaba aburrida, cansada y harta de tener un sueldo realmente indigno. Pero todo quedaba en palabras, quejas, lamentos. Puro bla, bla, bla y cero acción. Todo cambió cuando regresé renovada de un viaje que hice con Gatuno a Nueva York a inicios de este año y dije con una convicción que no creía tener "En mes y medio cumplo 31 años y también tendré chamba nueva sí o sí. Nuevo año de vida, nueva chamba, ya está, punto final". Me mentalicé mucho, pedía en mi "status" del facebook que solo se admiten buenas vibras y pensamientos positivos porque algo bueno se venía. Fue cuestión de una semana para conseguir el cambio de trabajo esperado. Y así fue, el 01 de marzo (a tres día de mi santo) empecé en este nuevo reto que me llena de expectativas y motivaciones en todo sentido. Yeah!


Lo que sí siento que me pasa con mucha frecuencia es el hecho que ya quiero ser mamá. Con mi esposo hablo de este tema a cada rato, decimos que ya queremos tener a nuestro hermoso bebé en casa, pero por otro lado hay motivos que hacen que nos frenemos y digamos "nos esperamos un ratito, mejor". Se me llenan los ojos de lágrimas con solo pensar de cómo será cuando me digan que estoy embarazada, de ver y sentir cómo mi panza va creciendo, cómo un ser pequeño e indefenso se va formando dentro de mi y finalmente sale al mundo a llenarnos de infinita felicidad. También me emociono cuando veo a bebitos, sea de gente conocida o no, me emociona igual, a tal punto de llegar a mi casa y practicar como loquita en este sueño que actualmente es recurrente. Tranquilidad ante todo, esta vida de casada sin hijos tiene su encanto y quizás no es momento de ser mamá. En verdad no creo que exista el momento donde una pueda decir "ya estoy preparada para tener un hijo", una nunca se siente del todo preparada, así que venga cuando tenga que venir.


Quiero ganar más dinero. Hasta los 29 no me interesaba mucho cuánto dinero ganaba mes a mes, le daba prioridad a otras cosas (que ahora también me importan), pero ahora a mis 31 años, considero muy importante ganar bien o al menos decentemente. Ya no está en mis pensamientos eso de "no se gana pero se goza". Se tiene que ganar y gozar. Ojo, no quiero dar a entender que ahora gano y gozo, más gozo que gano pero ahí vamos mejorando.


Tener 31 años es lo máximo, una se siente más mujer, más completa, más feliz.